Zoroastro.

La luz de los astros, perfectamente descrita con su fuerza y su potencia, para poder reflejar al verbo.

  1. La voluntad del adepto, representado por el muchacho de anchas espaldas montado sobre un caballo blanco.
  2. El peligro de las alucinaciones en las operaciones mágicas, equivocadamente dirigidas.
  3. El rombo (instrumento mágico), una especie de juguete de niños, hecho de madera cóncava que gira sobre sí mismo con un ruido cada vez más creciente.
  4. La razón de los encantamientos por medio de las palabras y de los nombres bárbaros.
  5. El final de la obra mágica, o sea, la absoluta serenidad de la mente y de los sentidos, el estado de sonambulismo completo, la perfecta lucidez.

De estas revelaciones del mundo antiguo resulta que el éxtasis lúcido es una aplicación voluntaria e inmediata del alma al fuego universal; o mejor a la luz llena de imágenes que irradia, habla y rodea a todos los objetos y a todos los globos del universo.

Aplicación que se opera con la persistencia de una voluntad libre de los sentidos y que se afirma a través de una serie de pruebas.

Aquí reside el principio de la iniciación mágica. Después, poniendo esta voluntad en comunicación con la luz, aprende a dirigirla, tal como se dirige una flecha. Daba lugar, según su propia voluntad, a la turbación o a la paz entre las almas, se comunicaba a distancia con otros adeptos y, en fin, se posesionaba de la potencia que estaba representada por el león celeste.

La potencia mágica, tal como lo describen los textos, se extiende sin confines y no se trata tan sólo del fluido magnético.

Lo que puede ser utilizado para  provecho de la humanidad es la luz astral. ¿Qué es lo que debe hacer para obtener esta formidable potencia? Zoroastro dice que hay que conocer las misteriosas leyes del equilibrio que someten al dominio del bien las potencias del mal; que se debe tener el cuerpo purificado por las pruebas necesarias; que es preciso luchar contra las alucinaciones, y una vez “aferrada la luz” (como Jacob en su lucha contra el ángel) hay que domar a los “perros fantásticos que turban el sueño”. Sobre todo utilizando la expresión del oráculo,  Zoroastro afirma que hay que “haber oído hablar a la luz” Sólo entonces nos podremos convertir en maestros de la luz y dirigirla contra los enemigos de los santos misterios.

“Si no se es puro-sentencia Zoroastro– , si alguna pasión os domina sometiéndoos a la fatalidad de la tempestad de la vida, quedaréis abrasados por el fuego que se enciende, quedando sujetos a la serpiente provocadora y pereciendo fulgurados”.