Para devolver la salud a un hombre joven próximos a la muerte.

Tus cercanías, lejanías,

Tus lejanías, cercanías:

Quédate aquí mismo, no te vayas ahora,

No te vayas tras los primeros padres,

¡Tu vida ato sólida!

Lo que te han maleficiado un hombre

De los tuyos, lo que gente ajena:

Desatar  y soltar,

Ambas cosas digo para ti con mi voz.

El daño que has hecho, la maldición,

A una mujer, a un hombre, sin saberlo:

Desatar y soltar,

Ambas cosas digo para ti con mi voz.

Lo que por el mal hecho por tu madre

Y hecho por tu padre yaces:

Desatar y soltar,

Ambas cosas digo para ti con mi voz.

Lo que tu madre, lo que tu padre,

Tu hermana y hermano desatinan,

Aplica tú la opuesta medicina;

Yo te hago llegar a muy viejo.

Estate aquí hombre,

Con todos tus sentidos,

No te vayas tras los dos mensajeros de Yamá,

Vete a la moradas de los vivos.

Llamando para que vuelvas, ven de nuevo,

Sabiendo el fin de la senda:

La subida, la llegada,

El camino de todos los vivos.

No temas no morirás,

Yo te hago llegar a muy viejo:

Ha mandado salir de tus miembros

A la enfermedad que te da fiebre a tus miembros.

La que corta los miembros, la que da fiebre

A los miembros,

Y la dolencia que tienes en el corazón,

La enfermedad como un halcón ha volado

Lejos,

Más lejos, vencida por mi voz.

Los dos sabios despierto y atento,

El que no tiene sueño y el vigilante,

Ellos dos guardines de tu aliento,

Vigilen día y noche.

Este fuego ha de acercarse:

Aquí el Sol para ti se levante;

Levántate de la profunda, negra,

Oscuridad de la muerte.

Homenaje a Yamá, homenaje haya

A la muerte

Y homenaje a los padres que guían;

A ese fuego que sabe del llevar encima

Pongo delante, para la salvación de éste.

Vulva el aliento, vuelvan los sentidos,

Vuelva la vista y también la fuerza:

Encuéntrese su cuerpo,

Téngase sobre los pies.

Junta a éste con su aliento, fuego,

Con su vista,

Hazle moverse con su cuerpo, con su fuerza;

Tú sabes de inmortalidad: no se vaya ahora,

No tenga  ahora su casa bajo tierra.

No falte tu aliento

Ni se cierre el aire de tus pedos;

De la muerte el Sol soberano

Te saque con sus rayos.

Dentro habla esta lengua,

Atada, temblorosa;

Contigo he mandado a salir a la enfermedad

Y a los cien dolores de la fiebre.

Este el mundo más querido

De los dioses, no superado,

Para el que tú, hombre, has nacido,

Aquí señalado para la muerte;

Nosotros y él te llamamos para que vuelvas,

¡No mueras antes de hacerte viejo!

Se trata de un conjuro para rescatar de la muerte a un hombre próximo a ella, joven, por lo que se infiere del último verso de la última estrofa. También se utilizaba, junto con otros, en rituales para pedir larga vida.