Número 13
Para algunos, todo se remonta a la mitología nórdica pre cristiana. Cuenta la leyenda que a un banquete en el Valhalla fueron invitados doce dioses. Loki, el espíritu de la pelea y del mal, se sumó por las buenas, con lo que el número de los presentes llegó a trece. En la lucha que se produjo para expulsar a Loki, Balder, el favorito de los dioses, encontró la muerte. Desde Escandinavia, la superstición se difundió a través de Europa, en dirección sur. Al iniciarse la era cristiana, estaba ya bien establecida en los países mediterráneos. Entonces, aseguran los folkloristas, la creencia fue notoriamente reforzada, tal vez para siempre, por la comida más famosa de la historia. La última Cena. Cristo y sus apósteles eran trece. Menos de veinticuatro horas después de ocurrida, Cristo era crucificado.
Los mitólogos han considerado la leyenda nórdica como una prefiguración del banquete cristiano. Trazan paralelos entre el traidor de Judas y Loki, el espíritu de la contienda, y entre Balder, el dios favorito que resulto asesinado, y Cristo, que fue crucificado. Por eso la tradición primitiva cristiana considera que 13 personas no deben reunirse en una comida o cena pues existe el peligro de que una de ellas se muera antes de finalizar el año. Si seguimos con las tradiciones de esta religión vemos que el capítulo decimotercero del Apocalipsis es el dedicado al anticristo y la Bestia.
Saliendo del cristianismo, en otras culturas como la hindú, también se considera que 13 personas son un signo de mal augurio y por su parte la cábala enumera 13 espíritus malignos.
Miradas que matan.
“Tiene mala mirada”, advierte el común de los mortales ante la presencia de alguien que ha sucumbido a uno de los males más temidos: el mal de ojo, una creencia que sorteó culturas y épocas sin ningún disimulo. En la antigua Roma, los hechiceros profesionales especializados en el mal de ojo eran contratados para ejercer sus sortilegios contra los enemigos de una persona. A todos los gitanos se les acusaba de tener ese poder siempre temible, que también estaba difundido a través de la India y el Oriente próximo.
Plinio relata en su historia natural que “Isigono y Ninfodoro dicen que hay familias en cierta parte de África que practican la brujería, cuyas plegarias causan que los prados se sequen, los árboles se marchiten y los niños mueran. Isigono añade que hay gente igual entre los tribailis y los illyris, que también embrujan con una mirada y matan a aquellos que miran fijamente durante un largo rato, especialmente con una mirada cargada de ira; su mal de ojo es sentido con más fuerza por los adultos y lo que llama más la atención es que tienen dos pupilas en cada ojo.”
Escalera.
Pasar por debajo de una escalera no sólo elimina toda posibilidad de casarse durante ese año también es de mala suerte.
Espejo.
Siete años de mala suerte es mucho tiempo y para no padecerlos el único remedio es no romper nunca un espejo. Esta creencia está tan extendida en todo occidente que aún hoy es muy difícil encontrar a alguien que pueda desafiarla.
El gato negro.
El temor a que un gato negro se cruce en nuestro camino se origina, como en gran parte de las supersticiones actuales, en el oscurantismo religioso que dominó la Edad Media, y sobre todo a partir del siglo Xll, cuando la iglesia, a través de los tribunales de la inquisición, comenzó una encarnizada persecución de gatos, a los que se consideraba símbolo del diablo y cuerpo metamórfico de las brujas.
Tocar madera
En las supersticiones populares se escucha; toco madera. Es una costumbre de protección a cualquier cosa infortunada.
Sal
La sal fue el primer condimento en la alimentación del hombre y alteró de tal modo sus hábitos alimentarios, que no es de sorprender que el acto de derramarla llegara a ser equivalente a un mal augurio.
Paraguas.
“Nunca ha de abrirse un paraguas en el interior de la casa, ni en un recinto cerrado y tampoco en el vestíbulo o porche de cualquier lugar. Contravenir este precepto da rienda suelta a un mal que, en ocasiones, puede desencadenar la muerte.”