Boda, enlace, matrimonio, desposorio, himeneo, nupcias, sacramento, vínculo, consorcio, coyunda, alianza, casamiento, maridaje, connubio… diversas palabras que identifican tal vez el único rito aceptado, desde lo religioso y lo cultural, en sociedades antiguas y modernas. En torno a él existe una serie de símbolos y sugerencias para que este trascendental momento en la vida del hombre y de la mujer sea lo más favorable para ambos.

 Por lo pronto, antes de la ceremonia, la novia no debe permitir que su futuro esposo la vea vestida con su traje de boda, y tampoco debe mirarse al espejo una vez lista y arreglada para no provocar los celos de los dioses. Pude hacerlo, es inevitable que se mire al espejo, si deja a un lado una prenda accesoria, como los guantes, por ejemplo.

 Por otra parte, durante toda la ceremonia, la novia ha de llevar velo para protegerse del mal de ojo, del diablo y de los celos de las solteronas rivales.

También debe llevar algo viejo, algo nuevo, algo prestado y algo de color azul. Lo viejo representa el pasado, lo nuevo el futuro, lo prestado el presente y el color azul la pureza.

Con respecto al anillo de bodas, llamado alianza desde la segunda mitad del siglo XV, antiguamente se lo intercambiaba como señal “externa” de pertenencia, pero también como símbolo de la confianza entre los contrayentes; era, además, un regalo ante Dios que se encargaría de velar por el matrimonio de cara a las tentaciones promovidas por Satán.  En otros tiempos, se ponía primero el pulgar y luego en el índice, después en el segundo dedo y, finalmente, en el tercero o anular, donde permanecería, ya que se suponía que este dedo se conectaba directamente al corazón. Actualmente se deben tomar recaudos para conservarlo, ya que si se rompe o se pierde, lo mismo pasara con el amor del otro cónyuge o será señal de futura viudez. En caso de pérdida, debe ser reemplazado por un anillo similar comprado por un familiar o amigo, a pedido del otro cónyuge, porque si no trae mala suerte. Quitárselo antes de que nazca el primer hijo también comporta mala suerte. Si se cae el anillo al suelo el día de la boda, el matrimonio durará poco. Si al colocar el novio durante la ceremonia nupcial el anillo, éste llega hasta el fondo del dedo de la esposa, es ésta quien llevará las riendas en el matrimonio.

La tradición de tirar el ramo a las casaderas presentes también viene de antiguo, pero ha llegado al presente muy modificado. Antaño,  la recién casada ofrecía a los caballeros la liga que lucía en una de sus piernas, con la condición de que lucharan entre ellos para obtenerla. La iglesia católica prohibió lo que consideraba una costumbre  bárbara, y la liga se sustituyó por una inocente guirnalda de flores (luego convertida en el ramo que conocemos) y los caballeros se cambiaron por las damas, que ya no tenían que luchar a brazo partido por ella, sino sólo cogerla al vuelo. La feliz poseedora de la guirnalda sería así la próxima en desposarse. En cuanto a la costumbre de atar unos zapatos viejos a la parte trasera del coche en el que parten los recién casados a su luna de miel tiene origen en otra más antigua, cuando se arrojaba un zapato detrás de la pareja como señal de protección. Además, este acto significaba la renuncia de la joven desposada al hogar paterno para pasar al domino del marido.

Las creencias van más allá y también elaboran un calendario de los mejores días para casarse. Así, la luna nueva es ideal para los rituales de magia negra, por lo que los novios están más expuestos a maldiciones. En cambio, si se casan en luna llena su unión será bendecida con fertilidad y abundancia, lo mismo que si eligen el lunes, día de la luna, para celebrar la boda. El viernes es el día de Venus, diosa de la belleza y del amor, y ella se encargará que el cariño de los novios sea duradero. También el domingo es un día bendito pues es el día del sol y éste derramará salud, alegría y abundancia sobre los esposos.