El zodíaco, traducido en signos.

Sin ninguna duda, la primera de todas las artes mágicas es la astrología.

Las enseñanzas de los antiguos textos afirman que no es posible comprender el orden maravilloso que gobierna al universo y el continuo movimiento del hombre en relación a él, sin saber valorar las influencias celestes.

El conocimiento matemático de los movimientos celestes es remotísimo. Puede decirse que es tan antiguo como el hombre.

Los hombres de las cavernas ya consultaban a los astros. Los persas, los caldeos, los asirios, los egipcios y los griegos fueron prestigiosos maestros de la astrología. Eran profundos calculadores de los fenómenos celestes, y sin la ayuda de ningún instrumento descubrieron importantísimos fenómenos astrológicos. Hay que decir que no se trataba de charlatanes, sino que eran grandes estudiosos y su doctrina aportaba una inestimable capacidad matemática.

Una vez establecido que todas las cosas tienen una razón de ser y que todas las cosas están reguladas y vigiladas por el universo que se rige por el orden, los astrólogos descubrieron que las estrellas actúan tanto sobre el Bien como sobre el Mal y que tiene tanta influencia para el hombre en su individualidad como para todo un pueblo o una región.

Cuando nace un  individuo, su futuro está fijado según el aspecto del cielo.

Los planetas y los signos del Zodíaco están siempre presentes en el cielo, aunque no sea siempre posible verlos, ya que pueden encontrarse por  debajo o por encima del horizonte. Los astrólogos conocen las reglas precisas para juzgar las cualidades de los astros visibles, a fin de calibrar de este modo su debilidad o potencia y el efecto que puedan tener sobre  los seres humanos.

En determinadas zonas algunos planetas o astros son tenidos por potentes, mientras que en otras zonas son tenidos por débiles  e incluso perjudiciales: el primer problema de los astrólogos, por tanto, es el de conseguir definir las zonas y el de establecer un sistema exacto de todas las vueltas de las estrellas.

Los cuerpos celestes más importantes son los planetas. Estos demuestran iniciativa en el curso individual, actuando en observancia de las propias leyes y revelando algunas veces un movimiento retrógrado respecto a las estrellas, que se mueven colectivamente. La órbita de los distintos planetas cubre sectores diferentes. Por ejemplo, el circuito de la Luna es muy breve, en un mes cumple su viaje alrededor del globo terrestre, mientras que, por el contrario, el planeta Saturno emplea para efectuar el mismo recorrido treinta años.

La astrología ha establecido unos signos exactos para los planetas:

Prescindiendo de sus diferentes longitudes, las órbitas de los planetas los obligan a atravesar las mismas áreas, o signos del Zodíaco, que corresponden a los doce compartimientos del recorrido celeste. La eclíptica, es decir el círculo descrito por el Sol en su giro anual alrededor de nuestro Globo, constituye el anillo interno del Zodíaco.

Existe un sector septentrional y un sector meridional del Zodíaco.

Los signos convencionales son:

Los astrólogos atribuyen a cada planeta dos casas, una nocturna y una diurna, excepto para el So y la Luna, los cuales siendo por excelencia diurna y nocturna tienen cada uno una casa única: en el Leo para el Sol y en el Cáncer para la Luna. El Zodíaco está dividido en las dos mitades del Sol y la Luna, con seis signos para cada una de las partes. Para la Luna o noche Son: Acuario, Piscis, Aries, Tauro, Géminis, Cáncer; para el Sol, o día: Capricornio, Leo, Virgo, Libra, Escorpio y Sagitario. Según esta primaria distribución astrológica, es muy importante que cada planeta adquiera potencia y firmeza en el momento de penetrar en su propia casa. Obviamente, durante la noche es más potente en su casa nocturna, mientras que de día es más potente en su casa diurna.

De improviso todo se complica con el descubrimiento de que el máximo poder de un planeta no se verifica en su propia casa, sino que se manifiesta en otro grado. Por ejemplo: El Sol consigue su máximo potencia en el 19 grado de Aries y la máxima debilidad en el punto opuesto, es decir, en el 19 grado de la Libra (lo que define como caída). Naturalmente, todos los planetas tienen su propio grado de potencia y caída.

Después sobreviene otra condición de poder en los planetas: sobre los 360 grados de la esfera celeste según la antigua astrología, cada signo del Zodiaco comprende 30 grados, de los cuales 10 serán consagrados a cada planeta que se vuelve influyente mientras atraviesa la década.

Existían, según la antigua astrología, 36 décadas en las cuales se alternaban los planetas, excepto el Sol y la Luna.

Poniendo juntas las casas diurnas con las nocturnas, la potencia

Y la caída se establece un sistema de relaciones entre los signos del Zodíaco y los planetas. La interpretación de todo esto da lugar al juicio de las distintas influencias, buenas o malas, según la posición favorable o desfavorable de los planetas.

Las combinaciones son infinitas 

La cuestión esencial consistía en saber con exactitud desde que lugar del cielo es posible recibir respuesta a las preguntas del astrólogo; resultaba fundamental el grado de eclíptica  (trayectoria) del Sol, que se anotaba en el horizonte oriental en el instante del nacimiento de un individuo, o al principio de una empresa de la que se quería extraer el horóscopo. El punto más importante de la eclíptica era llamado ascendente y se definía horóscopo al signo naciente del Zodíaco, nombre que indicaba toda la constelación que se tomaba en examen.

También tenía su importancia el grado occidental, o punto de ocaso de la eclíptica, así como el lugar fijado  a medio camino del Sol.

Partiendo de lugar naciente oriental, los astrólogos calculaban doce comportamientos o lugares y cada uno de ellos correspondía a cada una de las doce preguntas que se referían a:

1. La vida.

2. La riqueza.

3. La herencia.

4. Lo que posee (tierra, etc.).

5. Mujer o ciudad, hijos, hermanos y padres.

6. Salud

7. Matrimonio.

8. Muerte.

9. Religión y viajes.

10. Arte, carácter, honores y condiciones.

11. Amistad.

12. Enemigos y engaños.

Estos comportamientos  son más que divisiones que contienen las preguntas, correspondiente a doce líneas de la vuelta celeste visible.

La interpretación astrológica está guiada por la radiación o aspectos establecidos por un preciso esquema de la,  configuración de los planetas.

Entran en juego muchas sutilezas, en las que tan sólo los iniciados pueden intervenir con éxito. Digamos, para presentar un ejemplo, que si un determinado planeta está  en Aries mientras que otro se sitúa en Libra, éstos resultan en oposición, lo que es tenido más bien como desfavorables. El mismo significado reviste dos planetas situados en un lado y dos en el otro, pero si al situarse en Aries, supongamos, Leo y Sagitario, son tres planetas y se provoca el trino, es muy favorable, así como lo es también el sextil.

Existe, además, la conjunción, que se verifica cuando dos planetas están en idéntico grado del signo zodiacal; esto puede ser favorable o desfavorable, según si estos dos planetas son amigos o enemigos.

Pero no sólo los planetas tienen un preciso significado: también cada uno de los signos del Zodíaco tiene sus particulares cualidades y características. El signo de Géminis es masculino, diurno, aéreo, cálido, bicorpóreo, húmedo. Tauro, aunque parezca extraño, es femenino: bestial, furioso, frío, seco, nocturno, tal como el signo del Cáncer. En cambio, Leo es diurno, aunque sea bestial y colérico, seco y estéril.

Existen infinitas combinaciones, con la que los astrólogos han construido un método sutil para interpretar la influencia de los astros celestes: fuerzas contradictorias o amigables se alían entre sí, se mezclan, van de acuerdo, se combaten, y todo esto con una fuerza perennemente  mutable.

Hay astros completamente indiferentes que están, por decirlo así, como espectadores en una ventana y no se entrometen nunca.

Otras estrellas en la fase de la caída luchan terriblemente para evitar el desastre, pero en vano. Mediante la astrología, aseguran los textos antiguos y también los modernos, es posible individualizar las leyes que regulan el engranaje universal, y después de un buen estudio de la astrología podremos saber cuándo “sonará la hora de cada individuo”.