Deben evitar los trajes estrechos, siendo aconsejable que sus vestidos tengan forma de saco.

La mujer asistente no debe llevar ninguna prenda que apriete el cuerpo, y tampoco rodearse con cinturones. Ambos deben ponerse en los pies unas zapatillas amplias y nuevas.

Primeramente, se efectúan los fenómenos de magnetización, que consiste en:

Cargar de fluido o de voluntad a un asistente hasta que caiga en un estado de somnolencia, después en un sueño profundo y al fin en un agudo estado de sonambulismo.

Hay que tener presente que muchos tratados de magnetismo ilustran diferentes maneras para obtener lo anteriormente expuesto.

Mas para la iniciación de un aspirante a la vida mágica es necesario que la enseñanza le venga de su maestro. Existen, en efecto, ciertos métodos de magnetismo infalible y secretos que son transmitidos de maestro a discípulo sin que nadie más pueda llegar a saberlos.

Para los que no han sido perfectamente instruidos por un maestro, los textos de magia sugieren, como medio de magnetismo, el conocido con el nombre de las superficies lúcidas o espejos (que son los espejos o botellas de Cagliostro).

Ahora bien, cualquier iniciado sabe que el aislamiento del cuerpo fluido, es decir, de la psique, se obtiene paralizando la sensibilidad del cuerpo humano. Provocar el estado de sonambulismo en un individuo, para aislar su mente de las sensaciones externas. “Los ojos externos se cierran y se abren los ojos del alma”, refieren los textos.

Los magnetizadores que carecen del fluido que emana de las yemas de los dedos se rehacen a la influencia de la luz, o sea, con determinadas confluencias de los rayos luminosos sobre el aparato visual del individuo, que generan cansancio, sueño con fenómenos nerviosos de catalepsia, rigidez, etc.

Los espejos mágicos tienen como fundamento leyes idénticas; el más clásico es el metálico de los egipcios: un óvalo laminado en la parte cóncava y construido en oro, plata o cobre. Se situaba en un ángulo del local y se ponían a su alrededor lámparas, de modo que los reflejos de las luces formaran un sensibilísimo foco de luz.

El operador se situaba detrás del asistente y le ordenaba fijar la mirada con intensa concentración sobre el espejo cóncavo. Faltaba poco para que el asistente entrara en estado hipnótico, y bajo la guía del operador empezaba a percibir las imágines del mundo astral.

El más sencillo de los espejos mágicos es el de Cagliostro. En realidad se trata solamente de una botella o de un vaso lleno de agua limpia. La botella o vaso de agua se pone encima de una mantel limpio, extendiendo sobre una mesa y con una lámpara de alcohol detrás de ella. El operador ordena al  asistente que fije intensamente en un punto cualquiera de la superficie lúcida sin ni siquiera parpadear. De esta manera, fijando la vista, el nervio óptico cansa la sensibilidad del asistente y empieza primeramente a ver un punto negro, después este punto se alarga en una mancha oscura Y ésta se convierte, a su vez, en una aureola gris que poco a poco se vuelve blanca. Las visiones requeridas por el operador, una vez llegado este momento, tienen que verificarse.

Se trata de operaciones relativamente sencillas, que se pueden intentar pero que pueden muy bien fallar.

Hay que tener presente que en el ocultismo es indispensable armarse de una infinita paciencia, sin apresurarse buscando extraordinarios fenómenos inmediatos, sino que se deben repetir todos los actos hasta conseguir la perfección requerida. Si la primera tentativa falla, no importa; lo importante es corregirse y repetir la operación, estudiar sin descanso y efectuar las   operaciones una y otra vez.

Puede ser que el asistente elegido, a pesar de todo, no llegue a hipnotizarse, ni a magnetizarse, ni a cansarse, ni a dormirse, y esto puede ocurrir una docena de veces seguidas. No hay que desanimarse, hay que profundizar los estudios y perfeccionarse a base de práctica. Los textos antiguos repiten:

En la más íntima y más oculta fibra del corazón de dos individuos que quieren, el uno inmolando a otro su ego, una manifestación del mundo divino o de las fuerzas ocultas del organismo humano, el deseo ardiente de levantarse por encima de los demás hombres y de penetrar en la Verdad Eterna, es una plegaria extraordinariamente sublime en la que confluyen todos los ideales de la vida sublime, de la tierra, de lo desconocido y de la muerte.

Rezad para ser dignos de ver y de hacer ver, de sentir o de hacer sentir, y vuestra plegaria, expresión reverente de un deseo encendido de sabiduría, conmoverá el espíritu de la iniciación oculta, al mensajero de la Luz, y la Luz vendrá.

La fase más difícil, como ya hemos dicho, es la de la elección del asistente. Es absolutamente necesaria la perfecta armonía entre los individuos.

Se puede dar el caso de que existan aspirantes muy bien preparados y bien encaminados hacia la iniciación, pero que se equivocan y fallan precisamente por culpa de la persona que han elegido como asistente.

Pero mucha atención, tanto puede fallar una sesión porque el asistente no comunica como por la causa contraria. Es decir, porque el asistente comunica demasiado, que deja desahogarse libremente a la fantasía y a la mente. No hay, por tanto, que dejarse entusiasmar por el éxito de los primeros experimentos; al contrario, hay que repetir las sesiones muchas veces, controlando con frialdad y lucidez los resultados. Sólo un análisis minucioso puede dar lugar a la consciencia del poder obtenido.

El experimento de la botella (o vaso) de Cagliostro se debe operar en el más absoluto silencio. El asistente se sienta delante de la botella y el operador se sitúa a su espalda, de pie, con la mano derecha extendida hacia la cabeza del asistente, pero sin establecer con él ninguna clase de contacto durante todo el experimento. Si durante la primera media hora, o poco más, el asistente no tiene visiones, el experimento debe repetirse a las siete horas, no antes.

De todos modos, es mejor esperar al día siguiente, procurando empezar a la misma hora que el día anterior. Hay también que tener en cuenta que semejantes pruebas de visión, efectuadas por medio del agua, que dan lugar al sonambulismo lúcido del asistente, no deben efectuarse durante los días en los que el barómetro señala inestabilidad. Son preferibles las temperaturas secas y serenas y las horas de la noche, ya que así se obtiene una oscuridad natural en el laboratorio y únicamente la luz de la lámpara es la que da los reflejos del agua para que converjan sobre la cara del asistente.

Si las visiones se verifican, no hay que dejarse dominar por ellas, sino que se deben combatir con escepticismo; no hay que creer, sobre todo, que todo lo que se refiere el asistente es acertado.

Hay que repetir, y repetir con constancia, ya que ésta es la única manera que existe para tener la servidumbre del éxito.

“Sed extraordinariamente  atentos y cautelosos”, dicen los textos. “Los primeros espíritus que se manifiestan son, en general las naturalezas semejantes”.