Empecemos con los que están en situación de afrontar las “pruebas” por sí solos.
Es necesario que el aspirante se haya desatado el nudo de la insensibilidad y que consiga un nivel extraordinariamente elevado en lo que se refiere al mercurio mental; estas cualidades dependen de la vocación y de la voluntad del aspirante, y de la preparación que haya adquirido anteriormente junto a un buen maestro.
Esta preparación debe tender, según lo que dice los textos, al cultivo de la mente, para que ésta pueda percibir, conocer, discernir las leyes de la naturaleza espiritual y física, para obtener la supremacía espiritual, pudiendo, por tanto, entrar en relación con los seres invisibles que están a nuestro alrededor, dominando a los espíritus malignos y aprendiendo los secretos de los seres más perfectos y de este modo obtener la verdad suprema.
Entonces llegará el momento de penetrar en las leyes que regulan todas las realizaciones terrenas y de gozar ampliamente de los placeres del Bien.
Dicho así, resumiendo de manera sencilla, parece que todas estas palabras estén privadas de significado, y que los conceptos están mal planteados. Pero no es así; las doctrinas impuestas por los maestros siguen unos caminos de progreso científico y altamente humanitario, ya que se tiende a ir más allá y más arriba de los modestos resultados telepáticos y teleplásticos que forman y componen el vulgar espiritismo y el ocultismo. Pero muy otra cosa es la que está destinada a los que quieren penetrar realmente en el tenebroso mundo de la alta magia.
Hemos llegado a la prescripción del rito que los iniciados (que son los que advierten en su interior la verdadera inclinación y los que poseen una profunda preparación) deben efectuar.
La época mejor para empezar es la vigilia del invierno, exactamente la época que va entre el 14 y 28 de noviembre. El iniciado, que debe experimentar por sí mismo y sin ayuda de nadie, quedará aislado durante todo el período de una lunación. Veintiocho días de castidad, de vida tranquila y serena, sin abandonar, a pesar de todo, sus normales actividades.
Dedicarse a la meditación, procurar la limpieza del alma y del cuerpo.
Como que el aspirante debe operar en un laboratorio apropiado, el iniciado que trabaja solo debe purificar y perfumar el ambiente mañana y noche.
Lávese meticulosamente el suelo con agua de mar, y si el mar está lejos debe utilizarse agua corriente de un río o de una fuente.
Esto ordena los preceptos del texto.
También ordenan que no se coma nunca después de la puesta del sol; rezar con el corazón abierto a la voluntad constituida por la inteligencia del mundo, que es la única que posibilita en los secretos de las leyes del espíritu humano, alejando toda tentación.
Las plegarias hay que decirlas en voz baja, pero pronunciando las palabras con claridad.
El perfume que purifica el ambiente en donde se efectúan las operaciones debe ser elegido entre los inciensos, y por la noche deben quemarse algunas hojas de laurel. En el momento de rezar hay que dirigirse siempre a Oriente, excepto en las primeras horas de la mañana, cuando abriendo las ventanas conviene dirigirse hacia occidente.
Acabado los veintiocho días de preparación, el aislamiento deberá ser completo, intensificando las y las meditaciones y las plegarias.
Desde el 14 hasta el 28 de noviembre, al finalizar las plegarias de la mañana y la tarde, se deben trazar en los cuatro ángulos del local, con el pulgar derecho recto, vuelto hacia abajo, signos convencionales. Los signos varían según la naturaleza del iniciado, y son elegidos por el maestro.
Esta operación es particularmente importante al atardecer. El iniciado reza en la oscuridad, traza los signos y se sitúa en medio del local, concentrándose con todas las fuerzas en el significado de los signos (explicados por el maestro) pidiendo a la Voluntad Suprema, de la que emana la realización de la propia esperanza, obtener la clave de la ciencia de la verdad oculta en el mundo espiritual.
El manifestarse de la Voluntad Suprema se verifica mediante las súbitas relaciones con lo desconocido: es decir, que los invisibles se comunican con el iniciado de manera espiritual, dándole la comprensión de la existencia y asegurándole el poder de la magia de los magos.
Cómo y qué medida esto sucede no lo divulgan los textos; se limitan a decir que la interpretación de la iniciación es un signo del poder obtenido y que son los maestros los encargados de identificar la realidad.