Antiguos preceptos mágicos

Se citan diversas maneras o llamadas para pertenecer a la legión de los operadores de la magia, como es lógico, sobre este argumento son más doctos los hombres de la antigüedad.

Desde las profundas tinieblas de la Edad Media, probablemente los orígenes aún son más antiguos, nos han llegado hasta nuestros días precisos preceptos prácticos a los cuales deben atenerse las personas que se sientan atraídas a obtener la posesión de una personalidad mágica.

Ya se sabe que no basta la observancia de estos preceptos para conseguir tales fines, hace falta que el aspirante posea ya unos rudimentos de las inteligencias y de las fuerzas, además de conocer perfectamente los ritos, para lo cual hacen falta profundos estudios, un continuado ejercicio de práctica y, sobre todo, una vocación muy decidida.

Los estudios y la costumbre de las prácticas se efectúan, como es de suponer, a base de discípulos y maestros. El maestro es el que debe decidir el momento en el cual el discípulo  puede intentar entrar en relación con las inteligencias y las fuerzas. Es decir, el verificarse de la vida mágica.

Los preceptos mágicos indican, en substancia, los métodos que hay que seguir para llegar a lo que se define como el gran momento.

Son métodos que parecen relativamente sencillos, pero los textos advierten que se necesita desarrollar las distintas operaciones con una extrema cautela.

Antes que nada, para efectuar tales operaciones es indispensable disponer de un laboratorio(es decir, de un local donde nadie, fuera del aspirante a la vida mágica y de un asistente o médium, pueda poner los pies). En este local no debe haber muebles, a excepción de una mesa  y de algunas sillas de madera; todas estas cosas deben estar completamente nuevas, y las paredes de este local deben ser de cal y color blanco. Además se debe perfumar el ambiente con la esencia de algunas hierbas aromáticas; laurel, alcanfor, etc.

 La elección de algún asistente es de una gran importancia; este asistente o médium debe estar muy bien preparado en los conocimientos mágicos, lo mismo que el aspirante. Si no fuera así, dicen  los textos, según la ley física que nivela los líquidos en los vasos comunicantes, el aspirante absorberá la mitad de las impurezas del médium, y este absorberá la  mitad de las impurezas del aspirante.

De este modo, las operaciones fallarán a priori.

Hace falta mucha cautela, sobre todo si el médium elegido es una mujer. Dicen los textos:

Que no tengan flujo de sangre, ni esté enferma; que no haya sacrificado a la Estrella matutina, por lo menos desde hace cuarenta días, y que no nutra pensamientos impuros hacia el aspirante.

Añaden:

Prefiéranse las vírgenes a las prostitutas.

Con este último término los antiguos indicaban no sólo a las prostitutas sino también a las mujeres de costumbres ligeras. Se explica en los textos que las vírgenes tienen una naturaleza fluida, sobre la que el hombre puede actuar fácilmente, consiguiendo resultados positivos.

(Recordemos por curiosidad, que Cagliostro acostumbraba a  elegir a las muchachas que no tenían más de quince años, verdaderas palomas de pureza.)

El aspirante y su médium prometen observar, durante cuarenta días antes del gran momento, una vida purísima en todo y por todo.

Pureza de almas y de cuerpos; intenciones claras y puras; aspiraciones a conocer la verdad de las cosas,

Dicen los textos.

Además de decretar una castidad absoluta, éstos obligan incluso a

Una nutrición parca, debiendo excluirse las comidas sangrientas.

Se recomienda, asimismo, que si entre el aspirante y su asistente o médium existen relaciones de amistad, de interés o de sentidos, es mejor no intentar lo desconocido, ya que en este caso lo desconocido se presentaría filtrado a través de las pasiones de las personas a las que el aspirante se confía.

No todos los maestros de la Edad Media están de acuerdo sobre el hecho de que el aspirante se prepare al gran momento con el auxilio de una médium femenina. Los que se declaran firmemente contrarios argumentan que una muchacha sensible, como es indispensable que sea una médium, es fácilmente sentimental. Es decir, que inconscientemente es propensa a tener pensamientos poco serenos y a inspirarlos, distrayendo la atención del aspirante.

Los que, en cambio, sostienen la necesidad de un médium de sexo femenino dicen que precisamente por esas mismas razones el aspirante a la vida mágica debe recibir la llamada con la ayuda de una muchacha.

En efecto, se trata, en cierto sentido, afirman, de pasar a través de una especie de prueba del fuego. Según los textos.

No es digno de entrar en el arca el que mancilla la idealidad del verbo cediendo a los sentidos.

Si es verdad que el aspirante debe pasar por una especie de prueba del fuego, es aconsejable que demuestre enseguida las propias posibilidades, es decir, fuerza y ánimo.

Otros maestros, consintiendo a la prohibición de las relaciones carnales e incluso a una relación sentimental de ternura entre el aspirante y la médium femenina, admiten de todos modos que:

Los espíritus se funden en un ideal común, y no hay nada malo si entre ellos se establece una relación sincera de amistad.

Los textos precisan que algunos individuos (se trata según ellos un don innato) tienen una capacidad muy acusada para ser médiums.

Este género de personas debe rechazar el auxilio de cualquier clase de asistente o médium, ya que presentaría un desastre para sus aspiraciones. Deben someterse a las pruebas y efectuar las operaciones necesarias por sí mismos.

Por tanto, se dividen en dos grupos las condiciones principales que precisan los aspirantes a la vida mágica: los que se lanzan a experimentar solos, dado el óptimo grado de posesión de la capacidad de médium de la que están dotados, y aquellos que tan sólo lo consiguen gracias a la intervención de un médium.