Las deidades del Antiguo Egipto son los dioses que eran venerados en el Antiguo Egipto. Las creencias y rituales que rodean a estos Dioses son el centro de la religión del Antiguo Egipto, que emergió junto con ellos en algún momento en la prehistoria. Las deidades representaban a las fuerzas y fenómenos naturales, y los egipcios los apoyaban y calmaban a través de ofrendas y rituales de modo que estas fuerzas continuaran con sus funciones de acuerdo a la maat, o el orden divino. Después de la fundación del Estado egipcio alrededor de 3100 a.C., la autoridad para realizar estas tareas era controlada por el faraón, quien decía ser el representante de los dioses y quien gestionaba los templos donde los rituales eran llevados a cabo. Las complejas características de los dioses fueron expresadas a través de mitos y en las intrincadas relaciones entre las deidades: lazos familiares, grupos y jerarquías poco estrictas y combinaciones de dos dioses en uno. Las diversas representaciones de las deidades en el arte del Antiguo Egipto como animales, humanos, objetos y combinaciones de diferentes formas también aludían, a través del simbolismo, a sus características esenciales.
En épocas diferentes, varios dioses ocuparon la posición más alta en la sociedad divina, incluyendo a la deidad solar Ra, el misterioso dios Amón y la diosa madre Isis. Usualmente se le acreditaba la creación del mundo a la deidad más alta y frecuentemente se conectaba con el poder para dar vida del sol. Algunos académicos han argumentado, basándose en parte en manuscritos egipcios acerca de estos altos dioses, que los egipcios reconocieron un poder divino único que estaba detrás de todas las cosas y presente en todas las deidades. Sin embargo, jamás abandonaron la visión politeísta del mundo, con una posible excepción en la época del Atonismo en el siglo XIV a. C., cuando la religión oficial se centró casi exclusivamente en el dios solar impersonal Atón.
Se creía que los dioses estaban presentes a través del mundo, que eran capaces de influenciar los eventos naturales y las vidas humanas. Los humanos interactuaban con ellos en los templos y en santuarios no oficiales, por razones personales como por las metas más grandes de los ritos del estado. Los egipcios rezaban buscando ayuda divina, utilizaban rituales para compeler a los dioses a actuar, los llamaban en busca de consejo. Las relaciones humanas con sus dioses eran una parte fundamental de la sociedad egipcia.
Orígenes
La primera evidencia de deidades proviene del Periodo arcaico de Egipto (c. 3100-2686 a. C.) Las deidades deben de haber emergido en algún punto del Periodo Predinástico (antes de 3100 a. C.) y nacieron de creencias religiosas prehistóricas. Las obras de arte predinásticas muestran variedad en figuras animales y humanas. Algunas de estas imágenes, como estrellas y ganado, son reminiscencias de importantes facciones de la religión egipcias en tiempos posteriores, pero en la mayoría de los casos no hay suficiente evidencia para afirmar si las deidades están conectadas con las imágenes. Conforme la sociedad egipcia se tornaba más sofisticada, aparecieron señales más claras de actividad religiosa. Se sabe que los primeros templos fueron construidos en los últimos siglos de la era predinástica.14 junto con imágenes que se parecen a las iconografías de deidades conocidas: el halcón que representa a Horus y otros dioses, las flechas cruzadas de Neit, y el enigmático «animal Set» que representa a Seth.
En el Periodo arcaico Egipto estaba constituido por aldeas pequeñas e independientes. Debido a que muchas deidades se encontraban vinculadas a pueblos y regiones particulares en tiempos posteriores, muchos académicos han sugerido que el panteón se formó cuando las comunidades dispersas se unieron para formar agrupaciones más grandes, y se propagado y enriqueció la adoración de las antiguas deidades locales. Aunque otros han argumentado que los dioses predinásticos más importantes se encontraban, como otros elementos de la cultura egipcia, presentes en la totalidad del país a pesar de las divisiones políticas dentro del mismo.
El paso final en la formación de la religión egipcia fue la unificación de Egipto, en la que los gobernantes del Alto Egipto se autoproclamaron faraones del país completo. Estos reyes sagrados y sus subordinados asumieron el derecho exclusivo de interactuar con los dioses, y la monarquía se convirtió en el enfoque unificado de la religión.
Los nuevos dioses no cesaron de emerger después de esta transformación. Se sabe que algunas deidades importantes como Isis y Amón aparecen en el Imperio Antiguo (c. 2686-2181 a. C.) Lugares y conceptos podían ser repentinamente la fuente de inspiración para la creación de una deidad que los representara, y las deidades a veces eran creadas para fungir como contrapartes del sexo opuesto de dioses o diosas establecidos. Se decía que los reyes eran divinos, aunque solamente algunos fueron alabados después de su muerte. Se decía que algunos humanos que no pertenecían a la nobleza tenían el favor de los dioses y eran venerados. Esta veneración usualmente duraba poco, aunque los arquitectos de la corte Imhotep y Amenhotep hijo de Hapu mantuvieron su estatus de dios siglos después de su época, como algunos otros oficiales.
A través del contacto con civilizaciones vecinas, los egipcios también adoptaron deidades externas. Dedun, quien es mencionado por primera vez en el Antiguo Imperio, pudo provenir de Nubia, y Baal, Anat, y Astarté, entre otros, fueron adoptados de la religión cananea durante el Nuevo Imperio (c. 1550-1070 a. C.) En tiempos de Grecia y Roma, desde 322 a. C. hasta los primeros siglos d.C., deidades de todo el mundo mediterráneo eran alabadas en Egipto, pero los dioses nativos permanecieron, y frecuentemente absorbían los cultos de los nuevos en el propio.
Roles
La mayoría de las deidades egipcias representan fenómenos naturales o sociales. Se dice que los dioses eran inmanentes en estos fenómenos— presentes en la naturaleza. Los tipos de fenómenos que representaban incluían lugares físicos y objetos así como conceptos y fuerzas abstractas. El dios Shu era la deificación del aire de todo el mundo; La diosa Meretseger vigilaba una región limitada de la tierra, la Necrópolis Tebana; y el dios Sia personificaba la noción abstracta de la percepción. Los dioses mayores frecuentemente tenían más de un rol y se veían involucrados en diferentes tipos de fenómenos. Por ejemplo, Jnum era el dios de la Isla Elefantina en medio del Nilo, el río era esencial para la civilización egipcia. A él se le atribuía la inundación anual del Nilo que fertilizaba las tierras de cultivo de la nación. Posiblemente como una consecuencia de esta función dadora de vida, también se le atribuía la creación de todos los seres vivientes, dando forma a sus cuerpos en un torno de alfarero. Los dioses podían compartir el mismo rol en la naturaleza; Ra, Atón, Khepri, Horus y otras deidades fungían como dioses solares. A pesar de sus diversas funciones, la mayoría de los dioses tenían un rol común que los gobernaba: mantener el maat, el orden universal que era un principio central en la religión egipcia y que fue propiamente personificado por una diosa. Sin embargo, algunas deidades representaron irrupciones al maat. De manera más prominente, Apepquien era la fuerza del caos, amenazando constantemente con la aniquilación del universo y Seth que era un miembro ambivalente de la sociedad divina que podía luchar contra el desorden o fomentarlo.
No todos los aspectos de la existencia eran vistos como deidades. Aunque muchas deidades estaban asociadas con el Nilo, no existía un dios que lo personificara del modo en que Ra personificaba al sol. Los fenómenos de poca duración, como los arcoíris o eclipses no eran representados por dioses; tampoco lo eran elementos como fuego y agua o muchos otros componentes del mundo.
Los roles de cada deidad eran fluidos, cada dios podía expandir su naturaleza para adquirir nuevas características. Como resultado de esto, los roles de los dioses son difíciles de categorizar o definir. Sin embargo, a pesar de su flexibilidad, los dioses tenían habilidades y esferas de influencia limitadas. Ni siquiera el dios creador podía actuar fuera de los límites del cosmos que él creo, y ni siquiera Isis, a quien se atribuía la mayor inteligencia, no era omniscia. No obstante, Richard H. Wilkinson, argumentó que algunos textos del Nuevo Imperio tardío sugieren que conforme a las creencias relacionadas con el dios Amón evolucionaban, se pensaba que él se aproximaba a la omnisciencia y omnipresencia y a trascender los límites del mundo de una forma en la que otras deidades no lo hacían.
Las deidades con dominios más limitados y especializados frecuentemente se llaman «divinidades menores» o «demonios» en los textos modernos, aunque no hay una definición concreta para estos términos. El egiptólogo Claude Traunecker, distingue dentro de estas deidades menores a los «genios» espíritus patrones especializados de ciertos lugares, objetos o actividades, como el dios del mar o de las ciénagas, Wadj-Wer y la diosa de la cosecha Renenutet y los demonios que tienen un carácter más peligroso. Muchos demonios son hostiles, causando enfermedades y problemas entre los humanos. Su poder también puede ser protector; podían guardar custodia de ciertos lugares en el Duat, el reino de los muertos, o aconsejar y cuidar de los humanos. Los egipcios creían que la naturaleza se encontraba llena de estos poderes divinos impredecibles. Los demonios a menudo actuaban como mensajeros y sirvientes de los dioses mayores, pero su posición en la jerarquía no era fija. Las deidades protectoras Bes y Tueris originalmente poseían roles menores, similares a los de los demonios, pero con el tiempo alcanzaron gran influencia.
Conducta
Se creía que la conducta divina gobernaba a toda la naturaleza. Excepto por las pocas deidades que perturbaban el orden divino, las acciones de los dioses mantenían el maat y creaban y sustentaban a todos los seres vivientes. Ellos realizaban esta tarea utilizando una fuerza que los egipcios llamaron heka, un término usualmente traducido como «magia». Heka era un poder fundamental que el creador utilizó para formar al Mundo y a los mismos dioses.
Las acciones cotidianas de los dioses se describen y aclaman en himnos y textos funerarios. En contraste, la mitología se enfoca principalmente en las acciones de los dioses en un pasado vagamente imaginado en el cual los dioses estaban presentes en la tierra e interactuaban directamente con los humanos. Los eventos de este tiempo pasado establecen la pauta para los eventos del presente. Ocurrencias periódicas se vinculaban a eventos de este pasado místico; la sucesión de cada nuevo faraón, por ejemplo, era análoga a la ascensión de Horus al trono de su padre, Osiris. Los mitos son metáforas de las acciones de los humanos, los cuales no podían comprender las mismas en su totalidad. Ellos contenían ideas aparentemente contradictorias, cada una expresando una perspectiva particular de los eventos divinos. Las contradicciones en los mitos eran parte del enfoque multifacético de las creencias religiosas egipcias a lo que Henri Frankfort llamó «multiplicidad de enfoques» al entender a los dioses.
En los mitos, los dioses se comportan muy similarmente a los humanos. Tienen emociones; ellos pueden comer, beber, pelear, llorar, enfermar y morir. Algunos tienen rasgos únicos de personalidad. Set es agresivo e impulsivo, y Tot, patrón de la escritura y sabiduría, es propenso a dar discursos excesivamente largos. A pesar de todo, los dioses son más un arquetipo, que personajes específicamente definidos. Su conducta es consistente, y sus pensamientos y motivaciones rara vez son expuestos. La mayoría de los mitos acerca de ellos carecen de personajes y tramas altamente desarrollados, por que el significado simbólico de los mitos era más importante que la narrativa elaborada.
El primer acto divino es la creación del cosmos, descrito en varios mitos de la creación. Ellos se enfocan en diferentes dioses, cada uno de los cuales puede actuar como deidad creadora. Los ocho dioses de la Ogdóada, que representan el caos que precede a la creación, dieron luz al dios solar, quien establece el orden en el mundo recién formado; Ptah, quien personifica al pensamiento y a la creatividad, da forma a todas las cosas visualizándolas y nombrándolas; Atón produce todas las cosas como emanaciones de sí mismo; y Amón, de acuerdo a los mitos promovidos por su sacerdocio, precedió y creó a todos los otros dioses creadores. Estas y otras versiones de la creación no se consideraban contradictorias. Cada una confiere una perspectiva diferente al complejo proceso a través del cual el universo organizado y sus múltiples deidades emergieron del caos indiferenciado. El periodo que sigue a la creación, en el cual una serie de dioses gobierna como reyes a una sociedad divina es el marco en el cual la mayoría de los mitos se desarrollan. Los dioses batallan contra las fuerzas del caos y entre ellos antes de retirarse del mundo humano e instalar a los reyes históricos de Egipto para que gobiernen en su lugar. Un tema recurrente de estos mitos son los esfuerzos que los dioses hacen para mantener la maat contra las fuerzas del desorden. Luchan feroces batallas contra las fuerzas del caos en el inicio de la creación. Ra y Apep batallando entre sí cada noche continúan este conflicto hasta el presente. Otro tema prominente es la muerte y resurrección de los dioses. El ejemplo más claro donde un dios muere es el mito del asesinato de Osiris, en el cual este dios es resucitado como gobernante de la Duat. También se dice que el dios solar envejece durante su travesía a través del cielo durante el día, por lo cual se sumerge en el Duat de noche y emerge como un niño en el amanecer. En el proceso, él entra en contacto con la rejuvenecedora agua del caos primordial. Los textos funerarios que describen la travesía de Ra a través de la Duat también muestran los cadáveres de los dioses que son avivados junto con él. En vez de ser inmutablemente inmortales, los dioses morían y resucitaban periódicamente repitiendo los eventos de la creación, regenerando así al mundo. Pero siempre existía la posibilidad de que este ciclo fuera perturbado por y que el caos regresara. Algunos textos egipcios de los que se tiene poco entendimiento incluso sugieren que esta calamidad está destinada a suceder que el dios creador algún día disolverá el orden del mundo dejándose a sí mismo y a Osiris en medio del caos primordial.
Manifestaciones y combinaciones
Se creía que los dioses se manifestaban en muchas formas. Los egipcios tenían una compleja concepción del alma humana, la cual se conformaba por varias partes. Los espíritus de los dioses se componían por muchos de estos elementos. El ba era el componente del alma humana o divina que afectaba al mundo a su alrededor. Se podía referir a cualquier manifestación visible del poder de un dios como su ba; por lo cual el sol era el ba de Ra. Una representación de una deidad se consideraba una Ka, otro componente de su ser, que actuaba como medio para que el ba de esa deidad habitara. Las imágenes de culto de los dioses eran el centro de los rituales de los templos, así como se creía que los animales sagrados que representaban a sus respectivas deidades alojaban bas divinos de igual manera. Los dioses podían tener muchos bas y kas, que a veces tenían varios nombres representando diferentes aspectos de la naturaleza del dios. Se decía que todo lo existente era un Ka de Atón, el dios creador, quien originalmente contenía todas las cosas dentro de sí mismo, y una deidad podía ser llamada el ba de otra, lo que significa que el primer dios es una manifestación del poder de otro. Las partes del cuerpo de las divinidades también podían actuar como deidades individuales, como el Ojo de Ra y la Mano de Atón, pues ambas eran personificadas como diosas.
Las deidades nacionalmente importantes daban pie a manifestaciones locales de sí mismas, las cuales a veces absorbían las características de dioses regionales más viejos. Horus tenía muchas formas que estaban ligadas a lugares en particular, incluyendo al Horus de Nejen, al Horus de Buhen y al Horus de Edfu. Estas manifestaciones locales podían ser tratadas casi como seres separados. En el Nuevo Imperio, un hombre fue acusado de robo de ropa por un oráculo que supuestamente comunicaba mensajes del Amón de Pe-Khenty. Él consultó otros dos oráculos locales de Amón esperando recibir un juicio diferente. Las manifestaciones de los dioses también diferían de acuerdo a sus roles. Horus podía ser un poderoso dios del cielo o un niño vulnerable, y estas formas a menudo se consideraban deidades distintas.
Los dioses se combinaban entre sí con la misma facilidad con la que se dividían. Un dios podía ser el ba de otro, u otras dos o más deidades podían ser unidas para formar un dios con un nombre e iconografía combinados. Los dioses locales se ligaban a dioses mayores, y deidades con funciones similares se combinaban. Ra se conectó con la deidad local Sobek para formar a Sobek-Ra; con el otro dios gobernante Amón para formar a Amón-Ra; con la forma solar de Horus para formar a Ra-Horajty; y con otras deidades solares para formar Horemajet-Jepri-Ra-Atón. En casos extraños, deidades de diferentes sexos se unían de esta manera, para producir combinaciones como Osiris-Neith y Mut-Min. La unión de deidades se llama sincretismo. De manera distinta a otras situaciones en las que este término se usa, la práctica egipcia no buscaba fusionar sistemas religiosos en competencia, aunque las deidades externas podían ser unidas con las nativas. Contrariamente, el sincretismo reconocía la sobre posición de los roles de los dioses implicados, y expandía su esfera de influencia en cada sistema. Las combinaciones sincréticas no eran un dios implicado en una combinación seguía apareciendo individualmente y también formaba nuevas combinaciones con otras deidades.
Pero las deidades cercanamente relacionadas se fundían en una. Durante el Imperio Antiguo, Horus absorbió a varios dioses halcón de muchas regiones, como a Khenty-irty y a Khenty-khety, quienes se convirtieron en poco más que manifestaciones locales de él.
Presencia en el mundo humano
Aunque los egipcios creían que los dioses estaban presentes en el mundo que los rodeaba, el contacto entre el reino humano y divino se veía limitado a ciertas circunstancias específicas. En la literatura, los dioses podían aparecerse a los humanos en forma física, pero en la vida real, los egipcios estaban limitados a medios de comunicación indirectos.
Se decía que el ba de un dios dejaba periódicamente el reino divino para morar en las imágenes de ese mismo dios. Al habitar estas imágenes, los dioses dejaban su estado oculto y tomaban una forma física. Para los egipcios, un lugar u objeto que era “ḏsr» sagrado» era aislado y ritualmente puro, y por lo tanto, adecuado para que un dios residiera en él. Las estatuas y relieves de los templos, así como animales sagrados en particular, como el toro de Apis, sirvieron como intermediarios divinos de esta manera. Los sueños y trances proveían una vía de comunicación muy diferente. En estos estados, se creía, que las personas se acercaban a los dioses e incluso recibían mensajes de ello. Finalmente, de acuerdo a las creencias egipcias de la vida después de la muerte, las almas pasaban al reino divino después de fallecidos. Por lo cual los egipcios creían eso de la muerte y que ellos existirían en el mismo nivel que sus dioses y entenderían por completo su naturaleza misteriosa.
Los templos, donde se llevaban a cabo los rituales del estado, están colmados de imágenes de dioses. La imagen más importante en el templo era el ídolo en el santuario interior. Estas estatuas, generalmente menores que la escala real, estaban hechas de los mismos materiales preciosos de los que estaba hecho el cuerpo de este dios. Muchos templos tenían varios santuarios, cada uno con un ídolo representando a uno de los dioses de un grupo, como una triada familiar. El dios primario de la ciudad se veía como su señor, empleando muchos residentes como sirvientes en el hogar divino que este templo representaba. Los dioses que residían en todos los templos de Egipto colectivamente representaban al panteón entero. Sin embargo muchas deidades incluyendo algunos dioses importantes así como aquellos que eran pequeños y hostiles nunca tuvieron templos propios, aunque algunos fueron representados en los templos de otros dioses.
Para aislar al poder de las impurezas del mundo exterior, los egipcios encerraban los santuarios de los templo y restringían severamente el acceso a ellos. El contacto con los ídolos era negado a personas que no fueran los reyes o altos sacerdotes. La única excepción era durante las procesiones festivales, cuando la estatua se transportaba afuera del templo, aunque contenida en un altar portátil. El pueblo tenía medios de interacción menos directos, las partes más públicas de los templos también incorporaban pequeños lugares para las oraciones; desde portales hasta capillas individuales cercanas a la parte posterior de la edificación del templo. Las comunidades también construían y gestionaban pequeñas capillas para su propio uso, y algunas familias tenían altares dentro de sus hogares. A pesar de la brecha que separaba a la humanidad de lo divino, los egipcios estaban rodeados de oportunidades para acercarse a sus dioses.
Intervención en las vidas humanas
Los dioses egipcios estaban envueltos en las vidas humanas, así como en el orden superior de la naturaleza. Esta influencia divina aplicaba principalmente a Egipto, pues se consideraba que los extranjeros estaban fuera del orden divino. Pero en el Nuevo Imperio, cuando otras naciones estaban bajo el control Egipcio, se decía que los extranjeros estaban bajo el benigno gobierno del dios del sol, de la misma manera en la que lo estaban los egipcios.
Se decía que Thoth, quien era el supervisor de tiempo, asignaba y fijaba el tiempo que vivirían los humanos y los dioses. Otros dioses también gobernaban la longitud de las vidas humanas, incluyendo a Mesjenet, quien se encargaba del nacimiento y Shai, la personificación del destino. El tiempo y la manera de muerte eran el principal significado del concepto de destino en Egipto, aunque el poder de estas deidades también tenían cierto alcance en otros aspectos. Muchos textos narran sobre dioses influenciando o inspirando decisiones humanas, alcanzando el «corazón» de un humano—el centro de emoción e intelecto en las creencias Egipcias. También se creía que las deidades daban órdenes, instruyendo al rey en el gobierno de sus dominios y al regular la gestión de sus templos. Los textos egipcios rara vez mencionan a las órdenes directas que fueron dadas a personas privadas, y estas jamás evolucionaron en un conjunto de códigos impuestos por el poder divino. La moralidad en el antiguo Egipto se basaba en el concepto de maat, el cual, cuando era aplicado a la sociedad humana, significaba que todos deberían vivir de una manera apropiada que no interviniera con el bienestar de los demás. Gracias a que las deidades eran las defensoras del maat, la moralidad se conectaba con ellos. Por ejemplo, los dioses juzgaban la rectitud moral de los humanos después de su muerte, y desde los tiempos del Nuevo Imperio se creía que se requería de un veredicto de inocencia para ser admitido en el reino de los difuntos. Pero, en general, la moralidad se basaba en las maneras prácticas de mantener el maat en la vida diaria, en vez de basarse en estrictas reglas que los dioses podrían establecer.
Los humanos contaban con libre albedrío para ignorar la guía divina y la conducta requerida por el maat, pero al hacerlo, podían hacerse acreedores de castigos divinos. Una deidad llevaba a cabo este castigo utilizando su ba, la fuerza que manifestaba el poder de un dios en el mundo humano. Los desastres naturales y enfermedades humanas se veían como el producto de los bas motivados por el enojo divino. Contrariamente, los dioses podía curar gente honesta de enfermedades o hasta extender sus esperanzas de vida. Ambos tipos de intervención fueron representados por deidades eventualmente; Shed, quien surgió en el Nuevo Imperio para representar el rescate divino del daño y peligro, y Petbe, un dios apotro paico de las eras tardías de la historia Egipcia, que se creía ser el vengador de los malos actos.
Los textos egipcios tienen diferentes visiones sobre la responsabilidad que tienen los dioses cuando los humanos sufren de manera injusta. La mala fortuna se consideraba frecuentemente como un producto del isfet, el desorden cósmico que era el opuesto maat, por lo cual los dioses no eran los culpables de los eventos del mal. Algunas deidades que se estaban ligadas cercanamente con el isfet, como Set, podían ser consideradas causantes del desorden dentro del mundo sin culpar a los demás dioses. Sin embargo, algunos textos sí acusan a las deidades de causar miseria humana, mientras que otras proponen teodiceas en defensa del dios. Desde el Imperio Medio, varios textos conectaron el mal en el mundo con un mito en el que el dios creador pelea con una rebelión humana en contra de su reinado y después se retira de la tierra. Gracias a este mal comportamiento humano, el creador es distante de su creación, permitiendo la existencia del sufrimiento. Los textos del Nuevo Imperio no cuestionan la naturaleza justa de los dioses con el mismo ímpetu que lo hacen los textos del Imperio Medio. Ellos hacen énfasis en las relaciones humanas personales con las deidades y el poder del dios para intervenir en los eventos humanos. Las personas de esta era tenían fe en los dioses específicos que ellos esperaban que pudieran ayudarlos y protegerlos durante el transcurso de sus vidas. Como resultado, la mantener los ideales del maat se tornó menos importante que ganar el favor de los dioses para garantizar una buena vida. Se consideraba que hasta los faraones dependían de la ayuda divina, y después de que el Nuevo Imperio terminara, el gobierno se vio cada vez más influenciado por los oráculos que comunicaban la voluntad de los dioses.
Adoración
Las prácticas religiosas oficiales, que mantenían la maat para el beneficio de todo Egipto, se relacionaban, pero eran distintas de las prácticas religiosas de la gente ordinaria, quien buscaba la ayuda de los dioses para sus propios problemas personales.
La religión oficial involucraba una variedad de rituales, con base en templos. Algunos ritos se realizaban a diario, mientras que otros eran festivales, llevándose a cabo con intervalos más largos y se limitaban a un templo o deidad particular. Los dioses recibían ofrendas en ceremonias diarias, en las cuales sus estatuas eran vestidas, ungidas y se les presentaba comida e himnos en su honor. Estas ofrendas, además de mantener la maat para los dioses, celebraban la generosidad dadora de vida de la deidad y los alentaba a mantenerse benevolentes, en vez de vengativos.
A menudo, los festivales involucraban una procesión ceremonial en la cual una imagen de culto se transportaba fuera del templo en un altar con forma de barca. Estas procesiones cumplían con varios propósitos. En tiempos romanos, cuando se creía que deidades locales de todo tipo tenían poder sobre la inundación del Nilo, las procesiones en muchas comunidades llevaban imágenes del templo a los márgenes del río para que los dioses invocaran una inundación grande y fructífera. Las procesiones también viajaban entre los templos, como cuando la imagen de Hathor del Templo de Dendera visitó a su consorte Horus en el Templo de Edfu. Los rituales para un dios se basaban en la mitología de esa deidad. Estos rituales buscaban ser repeticiones del pasado mítico, renovando los efectos beneficiosos de los eventos originales. En el festival Khoiak en honor a Osiris, su muerte y resurrección eran recreadas en el momento en que los cultivos empezaban a germinar. La vegetación naciente simbolizaba la renovación de la vida del dios.
La interacción personal de los dioses tomó muchas formas. La gente que quería información o consejo consultaba a los oráculos, operados por los templos, que se suponía que expresaban las respuestas de dioses a sus preguntas. Los amuletos e imágenes de deidades protectoras eran utilizadas para ahuyentar a los demonios que podían amenazar el bien estar de los humanos. Los rituales privados invocaban el poder de los dioses para cumplir metas personales, desde sanar enfermedades hasta maldecir enemigos. Estas prácticas utilizaban heka, la misma fuerza mágica que los dioses utilizaban, la cual había sido otorgada por el creador para repeler la mala fortuna. El que realizaba el rito privado frecuentemente tomaba el rol de un dios en un mito o hasta amenazaba a una deidad, para involucrar a los dioses en el cumplimiento de su meta. Tales rituales coexistían con ofrendas y rezos privados, y los tres se consideraban medios aceptables para obtener ayuda divina.
Los rezos y ofrendas privadas son generalmente llamados «devoción personal»: actos que reflejan una relación cercana entre un individuo y un dios. Las evidencias de devoción personal son escasas antes del Nuevo Imperio. Las ofrendas votivas y los nombres personales, muchos de los cuales son teofóricos, sugieren que los plebeyos sentían una conexión entre ellos y sus dioses. Pero solo en el Nuevo Impero son visibles evidencias firmes de la devoción a las deidades, alcanzando su mayor alto en esa era.
Los académicos están en desacuerdo acerca del significado de este cambio si fue la interacción directa con los dioses fue un nuevo desarrollo o un vástago de viejas tradiciones. Los egipcios expresaron su devoción a través de una nueva variedad de actividades dentro y fuera de los templos. Grabaron sus rezos y agradecimientos a la ayuda divina en estelas. Dieron ofrendas de figurinas que representaban a los dioses a los que rezaban o que simbolizaban el resultado que deseaban; entonces, una imagen de relieve de Hathor y una estatuilla de una mujer podían representar una súplica por fertilidad. Ocasionalmente, una persona tomaba un dios como patrón, dedicando su propiedad o trabajo al culto de ese dios. Estas prácticas continuaron hasta los últimos periodos de la historia Egipcia. Estas eras posteriores vieron más innovaciones religiosas, incluyendo la práctica de presentar momias animales como ofrendas a las deidades representadas en forma animal, como las momias de gato otorgadas a la diosa felina Bastet. Algunas de las deidades mayores de los mitos y la religión eran rara vez invocadas en las alabanzas populares, pero muchos de los dioses del estado mayor eran importantes en la tradición popular.
La adoración de algunos dioses egipcios se extendió hasta tierras vecinas, especialmente Canaán y Nubia durante el Imperio Nuevo, cuando estas regiones estaban bajo el control del faraón. En Canaán, las deidades exportadas, incluyendo a Hathor, Amón y Set presentaron sincretismo con los dioses nativos, que a su vez, se extendieron hacia Egipto. Las deidades egipcias pudieron no haber tenido templos permanentes en Canaán, y su importancia ahí menguó después de que Egipto perdiera el control de la región.
En contraste, muchos templos fueron construidos en Nubia para los dioses mayores y para los faraones deificados. Después del término del gobierno egipcio, los dioses importados, particularmente Amón, permanecieron como una parte de la religión del reino kushita de Nubia. Algunas deidades alcanzaron lugares más lejanos. Taweret se convirtió en una diosa en la Creta minoica, el oráculo de Amón en el Oasis de Siwa era conocido y consultado por personas de toda la región del mediterráneo.
Bajo la Dinastía Ptolemaica griega y luego el gobierno romano, los griegos y romanos introdujeron sus propias deidades en Egipto. Estos recién llegados equipararon a los dioses egipcios con los suyos, como parte de la tradición interpretativo greca grecorromana. Pero la devoción a los dioses nativos no fue adoptada por los extranjeros. En vez de esto, los dioses griegos y romanos fueron adoptados como manifestaciones de los egipcios. Los cultos egipcios a veces incorporaban el idioma griego, filosofía, iconografía y hasta la arquitectura en los templos. Mientras tanto, los cultos a muchas deidades egipcias particularmente Isis, Osiris, Anubis, la forma de Horus llamada Harpocrates, y el dios fusionado greco-egipcio Serapis fueron adoptados en la religión romana y se propagaron a través del Imperio Romano. Los emperadores romanos, así como los reyes ptolemaicos que los precedieron, invocaban a Isis y Serapis para respaldar su autoridad, dentro y fuera de Egipto. En la compleja mezcla de tradiciones religiosas del Imperio, Tot fue transmutado en el legendario maestro esotérico Hermes Trismegistus, e Isis, quien era venerada desde Bretaña hasta Mesopotamia, se convirtió en el foco de atención de un culto tipo griego mistérico. Isis y Hermes Trismegistus ambos fueron prominentes en las tradiciones esotéricas occidentales, que tuvieron origen en el mundo religioso romano.
Los templos y cultos en Egipto empezaron a decaer conforme la economía romana se deterioró en el siglo III d. C. y a principios del cuarto siglo, los gobernantes cristianos suprimieron la veneración de las deidades egipcias. Los últimos cultos en File, se extinguieron en el quinto o sexto siglo. La mayoría de las creencias relacionadas con los dioses desaparecieron dentro de unos pocos cientos de años, permaneciendo en textos mágicos en los siglos VII y VIII. Sin embargo muchas de las prácticas involucradas en su adoración, como las procesiones y oráculos, fueron adoptados en la ideología cristiana y persistieron como ritos de la Iglesia Copta. Dados los enormes cambios e influencias diversas en la cultura egipcia desde ese tiempo, los académicos están en desacuerdo si alguna práctica copta moderna desciende de aquellas de la religión faraónica. Pero muchos festivales y otras tradiciones de los egipcios modernos, tanto cristianos como musulmanes, se asemejan a la adoración de los dioses de sus ancestros.