En martes, no te cases ni te embarques.

Suerte: ilusión universal.

Hace ya algunos años, la llegada de la policía a un hotel truncó bruscamente un tráfico clandestino tan ambicionado como extraño: amuletos obscenos. Industrializando los productos del esfuerzo de muchos arqueólogos, algunas personas consiguieron hacer dinero a base de vender a los turistas (todos estos sucesos acontecían en Pompeya), que visitaban la ciudad, centenares de reproducciones do conocidos emblemas a los que se atribuyen, desde los tiempos más antiguos el mágico poder de traer suerte. Los compradores de amuletos obscenos eran, en su mayor parte, turistas extranjeros. Luck se llama la suerte de los americanos y de los ingleses; bonheur  es la suerte de los franceses; glück la de los alemanes.

La palabra varía según los países pero los instrumentos con los que se cree que puede ser propicia son más o menos los mismos en todas partes y en todos los paralelos.

Ciertamente, en el vasto dominio de las supersticiones ingenuas y pintorescas, siniestras y tenebrosas, la fe en la potencia sobrenatural de algunas cosas y de algunas personas no conoce fronteras. Los americanos se reirían si supieran que los apasionados al fútbol italianos, antes de un partido, lanzan sal detrás de la puerta de su equipo; pero lo mismos americanos se morirían de hambre antes de comer en una mesa compuesta de trece personas. Hace cosa de medio siglo, tres soldados ingleses formularon la sospecha que el hecho de encender tres personas sus respectivos cigarrillos con una sola cerilla podía provocar la muerte del más joven de los tres. De esta forma de superstición se esclavizaron millones de seres humanos esparcidos en todo el mundo civilizado. En Francia (así como en España), el número de matrimonios celebrados en martes y viernes disminuye en un cuarenta por ciento respecto a los restantes días de la semana; si, además, el viernes coincide con el día 17 y el martes con el día 13, dicen las estadísticas que el número de los matrimonios disminuye incluso un 90 por 100.

Pero ahora es inútil explicar todas las supersticiones alegres o dramáticas que han existido y que todavía subsisten. Por el momento, nos basta con confirmar el concepto de la universal y secular tendencia a creer que existen cosas y personas de las cuales pueden emanar un poder misterioso, alegre o triste. La verdad es que la superstición da la vuelta a todo el mundo sin necesidad de pasaporte.

Es oportuno recordar otra cosa: el sentimiento religioso es el único obstáculo que la superstición ha encontrado en el camino que ha recorrido durante siglos.

La cristiandad  ha combatido siempre valientemente en contra de algunas de las más salvajes y sanguinarias manifestaciones de la superstición,  pero si bien la fe religiosa ha conseguido llevar la luz a lugares en donde tan sólo había tinieblas, no ha podido, sin embargo, desarraigar algunas extrañas e inocuas tendencias muy difundidas en todas las esferas de la sociedad.

Ha habido muchos reyes y emperadores supersticiosos.

Napoleón lll, en Estrasburgo, a un personaje que le preguntó los motivos de su derrota en la tentativa del golpe de estado, respondió: “Yo soy supersticioso, tenía que esperarlo, ya que al subir a la carroza tropecé.”