Elementos fundamentales de la dialéctica china, el Yin y el Yang, que literalmente significan “negativo” y “positivo” “nublado” y “soleado”, respectivamente, representan el equilibrio correlativo de las dos fuerzas internas de la vida, del movimiento dinámico y de los demás fenómenos naturales. Son dos aspectos opuestos, pero a la vez unificados, de un conjunto indivisible.
En la figura vemos un misterioso disco. Se trata del Diagrama Tai Chi, símbolo del Yin Y el Yang, cuyo equilibrio da origen a la vida. Por eso, este dibujo ha sido denominado como la representación del “Origen del Universo” Tai Chi”.
El Yang significa el nacimiento y el día, mientras que el Yin representa la muerte y la noche. Estos dos elementos antagónicos están en constante evolución y movimiento. Cuando están equilibrados, reina la paz, la salud y el buen tiempo, pero si se rompe su armonía, surge la guerra, la enfermedad y los trastornos climatológicos. Partiendo inicialmente de esta dialéctica entre el Yin y el Yang, los libros chinos abordan temas tan diversos como la política, la historia, la medicina y la filosofía, desarrollando sus postulados teóricos, analizando la actualidad y prediciendo el futuro.
Al igual que los imanes, el Yin y el Yang se atraen por los lados opuestos y se rechazan el Yin por los lados iguales. De esta manera, si bien el Yin atrae y es atraído por el Yang, rechaza y es rechazado por otro Yin. Lo mismo pasa con el Yang, que rechaza otro signo idéntico.
En la astrología antigua de China, el Yin y el Yang aparecen alternativamente en los años. Esto quiere decir que si este año es Yang, el siguiente será Yin. Y así sucesivamente. Si establecemos una correspondencia con el calendario cristiano (teniendo en cuenta siempre que el inicio del año lunar empieza aproximadamente un mes o mes y medio más tarde y acaba también con esta misma diferencia cronológica), nos damos cuenta de que los años pares (1990, 1992, 1994, por ejemplo) son Yang (positivos), y los impares (1991, 1993,1995, por ejemplo) son Yin (negativos).
El aspecto (positivo o negativo) del año en que nacemos influye en nuestra idiosincrasia: los nacidos bajo la influencia del signo Yang son más dinámicos, emprendedores y dados a la acción, mientras que los nacidos en los años Yin son más calmados, prudentes y proclives a la reflexión. De este modo, los primeros tienen mejores aptitudes para emprender nuevos proyectos, fundar una empresa o iniciar un negocio; los segundos tienden a ser intelectuales y a desempeñar trabajos que requieren más habilidad mental. Ni es bueno ni malo cualquiera de los dos aspectos. Lo único que conviene tener en cuenta es saber nuestra predisposición congénita para organizar mejor nuestra vida. Nada vale esperar pasivamente que nuestra propensión congénita nos traiga un milagro. Al contrario debemos evitar los defectos implicados en nuestro signo, a fin de no perder la batalla: los Yang suelen ser impulsivos, descuidados y violentos; los Yin, frecuentemente, se muestran indiferentes, callados y egocéntricos.