En el libro de Enoch (110 a.C.) se puede leer:

Los ángeles del cielo para amar a las hijas de la tierra. Estas ostentaban una gran belleza, y cuando estos ángeles, hijos del cielo, las vieron sintieron una extraordinaria pasión y se excitaron el uno al otro repitiendo: “vayamos y elegimos esposas de la raza humana, con ellas engendraremos pueblos selectos”.

Su jefe, Samyasa, dijo: “No os precipitéis sobre una decisión semejante, de otro modo yo quedaré como único responsable de nuestra caída”.

Le contestaron: “Estamos decididos y no nos arrepentiremos”. Y doscientos  ángeles descendieron sobre la montaña de Armón. Fue entonces cuando la montaña fue conocida con este nombre, Armón, que quiere decir juramento.

Estos doscientos ángeles tomaron esposa, con las cuales se unieron y a las cuales enseñaron la magia, los encantamientos y la división de las raíces y de los árboles. Amazarac, enseñó todos los secretos de los encantadores; Barkaial fue el maestro de los observadores de los astros; Akibeel reveló los signos, y Azaradri los movimientos de la luna.

Este trozo del  libro de Enoch cuenta la profanación de los misterios de la ciencia, que bajo diferente aspecto es también representada en la historia del pecado original de Adán.

Los ángeles, que es como decir los hijos de Dios, de los que habla Enoch, eran los iniciados de la magia, y después de la caída se las enseñaron a los hombres. La  lujuria fue la que los hizo caer y la que causó la propagación de los secretos de la sabiduría.

En el antiquísimo texto que refiere a la penitencia de Adán, la tradición mágica está representada bajo forma de leyenda.

Veamos:

Adán tuvo dos hijos; Caín, que mostraba una fuerza brutal, y Abel, que mostraba gran inteligencia y dulzura. Estos hermanos no podían ir de común acuerdo y el segundo murió a manos del primero. De este modo su herencia le tocó a un tercer hijo llamado Set.

Set era un hombre Justo: pudo llegar hasta la entrada del paraíso terrenal sin que el ángel puesto allí como centinela lo alejara con un gesto de su fulminante espada.

De este modo Set vio que el árbol de la ciencia y el árbol de la vida se habían acoplado formando un solo árbol. (Esto significa el acuerdo entre la ciencia y la religión en el Alta Cábala.)

Entonces el ángel le regaló tres granos,  los cuales contenían toda la fuerza vital del árbol(es decir, el ternario Cabalístico).

Cuando Adán murió, siguiendo las instrucciones del ángel, Set puso los tres granos en la boca de padre, como señal de la vida eterna. Las ramas que produjeron estos tres granos formaron un zarzal ardiente, en cuya espesura el mismo Dios reveló a Moisés su nombre eterno:

(Yo soy el que es, que ha sido, que será)

Moisés recogió una rama triple del zarzal ardiente y sagrado, que fue la vara de los milagros.

Esta vara, si bien estaba separada de su raíz, no se secó nunca, al contrario, siguió floreciendo y precisamente en este estado fue conservada en el arca.

El rey David plantó de nuevo esta rama viviente sobre la montaña de Sión; más tarde Salomón cogió la madera de este árbol de triple tronco para hacer las dos columnas Iakin y Bohas que estaban situadas a la entrada del templo, las revistió de bronce y puso el tercer trozo de tronco místico sobre la puerta principal. Era un talismán que impedía entrar en el templo a los impuros.

 Pero los levitas corrompidos rompieron la barrera, y siendo gente temerosa E inicua la tiraron al fondo de la piscina, llenándola de piedras.

Estamos,  por tanto, en el principio del bien y del mal. Empieza la génesis de la luz,  la   escala a la verdad. Hay en el sentido de la verdad absoluta y también la interpretación de los medios necesarios para aferrarla, apropiársela y utilizarla. Aquí nacen las raíces de la magia.